miércoles, 7 de marzo de 2018

Menos palabrería y más hechos



Hoy, 8 de marzo, celebramos el Día Internacional de la Mujer. Y lo primero que me viene a la cabeza, todos los años, son las mujeres que murieron en el incendio provocado por el dueño de una fábrica en Nueva York. Por hacer huelga, por reclamar la igualdad salarial, la disminución de la jornada laboral, mejores condiciones higiénicas y un tiempo para poder dar de mamar a sus hijos.

Cada 8 de marzo y en realidad todos los días me sigo preguntando si alguna vez las mujeres, con los mismos derechos reconocidos que los hombres, tendrán las mismas oportunidades, en igualdad de condiciones, en todos los ámbitos. ¿Cómo podemos contribuir para cambiar la realidad que vivimos? Por dónde empezamos. Hay tanto por hacer, que se nubla la vista.

Hace unos días leí que en España la natalidad sigue descendiendo de forma drástica. El envejecimiento de la población ya es un hecho. Si seguimos así en treinta años tendremos un 40% menos de jóvenes que en la actualidad. España es el segundo país más envejecido de Europa y ocupa el tercer puesto a nivel mundial. Creo que esto es un enorme problema que no parece quitarles el sueño a nuestros políticos.

A mí no me extraña que actualmente en España ya haya cuatro veces más hogares con mascotas que con niños. Ya estoy concienciada de que probablemente cuidaré de un perro/gato nieto. Porque ser madre hoy en día ya se puede considerar deporte de riesgo, una complicación de vida extraordinaria. Y si por casualidad me convierto en abuela cuidadora de nietos humanos los días laborales, evidentemente no dispondré de la ayuda extra a la pensión que al parecer van a empezar a aplicar en Suecia a las abuelas, por su inestimable labor, y para fomentar que más mujeres en edad activa de trabajo se incorporen al mercado laboral.

En nuestro país una de cada cuatro abuelas dedica una media de siete horas diarias a cuidar de los nietos para que sus familiares puedan trabajar. Además, los pensionistas están sosteniendo la complicada coyuntura económica que siguen atravesando muchos hogares. Por tanto cada vez que escucho a algún representante político hablar de igualdad de oportunidades, conciliación familiar y ayudas a la natalidad, se me enciende la sangre. Cómo pueden ser tan cínicos.

La teoría ya existe, está escrita en papel, y la conocemos muy bien. Tenemos leyes ¡divinas! La Ley de conciliación de la vida familiar y laboral. La Ley orgánica para la igualdad efectiva de mujeres y hombres. Ley orgánica de medidas de protección integral contra la violencia de género y la Ley sobre medidas para incorporar la valoración del impacto de género en las disposiciones normativas que elabore el gobierno.

También disponemos de políticas, organismos y entidades específicas para fomentar la igualdad efectiva entre mujeres y hombres. Y de acciones para promover la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres desde los organismos internacionales. Y medidas legislativas y recursos de información, ayuda y asistencia para las víctimas de violencia de género. Pero por desgracia, en la aplicación real y efectiva de todo esto se cumple un refrán muy conocido “del dicho al hecho hay un trecho”.

Recomendaría al sector político y a los que opinan que las mujeres nos quejamos demasiado, que tampoco nos va tan mal comparándonos con otros países,  que se inscriban en la 8ª Edición de la Escuela Virtual de Igualdad y realicen el curso de “Sensibilización en Igualdad de Oportunidades”, organizado por el Instituto de la Mujer.

Descubrirán, entre otras cosas, que la tasa de paro femenino es casi el doble que la masculina, que la incorporación de las mujeres al mercado laboral es mayoritariamente a través del empleo por cuenta ajena. Que tres de cada cuatro personas que trabajan a tiempo parcial son mujeres. Que el salario de las mujeres sigue siendo inferior al de los hombres. Que solo el 31% de los puestos de dirección están ocupados por mujeres, tanto en el ámbito empresarial, como en la Administración Pública. Y que el reparto de las tareas domésticas y responsabilidades familiares sigue siendo desigual entre mujeres y hombres. Y ya de acoso laboral, abusos y violencia de género no hablamos porque da para otro artículo.

Cambiar la realidad de millones de mujeres está en manos del sector político, prometiendo menos y cumpliendo más. Y en el sector ciudadano, desmantelando la base patriarcal y machista de nuestra sociedad. Educando en igualdad, equidad y corresponsabilidad. Desde la reflexión, la toma de conciencia y la voluntad personal y constante todo cambio es posible.





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